No es broma el debate que se ha creado en torno al libro se Samanta Villar y el zasca que le ha respondido una madre. La verdad que no sé qué hay detrás de las palabras de Samanta, y quizás para comprenderla haya que leer su libro. Creo que no hay maternidades, hay madres, hijos y circunstancias. Y todas son diferentes.

Lo primero que me pregunté cuando vi el titular fue: ¿qué experiencia le habrá llevado a pensar de esta manera? Y es que sin querer justificar a nadie, no todas las personas tienen la misma experiencia con la maternidad, ni los mismos recursos personales, ni cuentan con el mismo apoyo.

Todos dicen que “tener un hijo te cambia la vida”, y esa adaptación al cambio requiere un tiempo. Es más fácil esa adaptación cuantos más recursos, personales incluso económicos, tiene la persona.

No todos los hijos son iguales, no todos duermen, comen o se comportan de la misma manera. No hay que ir a las palabras, hay que ir a las circunstancias que llevan a las personas a opinar de una manera u otra.

Lo curioso de todo, es que ayudar a un hijo a crecer y aceptar los menoscabos de la maternidad es algo que se acepta como apasionante en la crianza de un hijo. Un hijo demanda una completa atención y es completamente dependiente al menos los 5 primeros años de vida. Pero eso es calidad de vida porque aceptamos como natural esa relación de dependencia. Decir lo contrario, me convierte en mala madre.

¿Y qué sucede cuando lo que tenemos es que ayudar a un familiar dependiente? A un familiar enfermo o a una persona mayor. A eso lo llamamos dependencia, y los achaques psicológicos que produce hacerlo hasta tiene un nombre: Síndrome del Cuidador. ¿Cuáles son algunos síntomas?: aislarse de familiares, amigos y otras personas queridas; pérdida de interés por actividades que antes realizaba; cambios en los patrones del sueño; agotamiento emocional y físico… Seguramente también muchas mamás  y papás os sintáis identificados con algunos de estos síntomas. Defiendo el derecho de padres y madres a expresarse cuando la situación les sobrepase y a que pidan ayuda en beneficio también de sus propios hijos.

Nadie juzga a nadie de mal hijo si se queja del desgaste físico y mental que supone cuidar a un familiar dependiente. Aunque cuidar puede ser una experiencia gratificante, los cuidadores pueden experimentar periodos de estrés, ansiedad, depresión y frustración, que hay que vigilar. Pero esto lo aceptamos como normal.

Es cierto que uno elige tener hijos, pero la misma responsabilidad que se tiene hacia unos, se debe tener hacia quien algún día también decidió darnos vida. Porque un hijo te cambia la vida, …Y un padre y una madre te la da.

Úrsula Villazón

SEN GLOBAL SALUD