La función del apego es aportar equilibrio emocional cuando el niñ@ no lo tiene mediante el acercamiento físico del cuidador que trata de cubrir sus necesidades. El vínculo es el lazo que se establece entre el recién nacido y su madre, cumple la función biológica de promover la protección y la supervivencia.

El estilo de apego puede ser:

  • Apego seguro: cuando el niñ@ tiene una necesidad emocional, por ejemplo, está triste o enfadado porque se ha sentido traicionado por una compañero de clase, o porque hace mal tiempo y no puede ir al parque, la madre o el padre sintonizan con su emoción y tratan de calmarle, es decir, entienden su estado emocional y actúan en consecuencia, es decir, son responsivas. Ser responsivo con tu hij@ significa, yendo a una conocida metáfora, que si tu hij@ necesita una naranja, tú le das una naranja. Ni más ni menos.
  • Apego evitativo: los padres que fomentan este tipo de apego, tienden a descartar el mundo emocional de sus hij@s. Suelen tener conversaciones muy racionales, con mucho refuerzo de lo cognitivo o lo lingüístico, y descartan lo emocional y sentimental. Volviendo a la metáfora, el niño manifiesta su necesidad emocional, una naranja, y los padres le dan una mandarina. Si el niñ@ se come una mandarina y no protesta, sus padres estarán contentos con él y aprenden a no pedir lo que sus padres constantemente les niegan y no les dan.
  • Apego ansioso-ambivalente: son padres con una manera muy cambiante de responder ante las necesidades de sus hij@s. Ante la necesidad emocional, representada metafóricamente con una naranja, pueden responder de diferentes formas en función de cómo se encuentren ellos. A veces les darán una naranja, otras el árbol entero. Pueden ser sobreprotectores y excesivamente emocionales.

Nota mental: si a los padres evitativos les falta poner emoción y restar rigidez, a los padres ansioso-ambivalentes les sobra emoción y les falta razón.

  • Apego desorientado: ante las necesidades emocionales de los niñ@s, sus padres no dan ningún tipo de respuesta. Se produce lo que se llama doble vínculo, ya que la persona que está encargada de mi protección es la misma que me abandona en otras situaciones.

El estilo de apego no es algo que venga determinado genéticamente ni que aparezca determinado en el momento del parto, sino que es consecuencia de una manera de vincularse y de responder a las necesidades que presentan los niños.

La madre o el padre interpreta la emoción que está experimentando su hij@, reflexiona sobre ella y responde de una manera sensible, respetuosa y en su justa medida. Cuando la figura de apego responde de esa manera, decimos que ha sido responsiva. Debemos tener en cuenta que las necesidades de nuestros hij@s cambian a lo largo de los años. No es lo mismo la etapa infantil, en la que el niñ@ necesita sentirse protegido y ser calmado por sus padres, que la adolescencia donde nuestro hij@ necesitará de nosotros que le demos más libertad y autonomía.

El psicólogo Michael Balint acuñó el término falta básica, para explicar que todos los seres humanos tenemos necesidades que no han sido cubiertas por nuestros padres, y es ciertamente normal. Lo que nos diferencia es la cantidad de esa falta básica. Según él, la falta básica severa, es el origen de todas las dependencias y adicciones.

“El desarrollo neuronal y psicológico sano en la primera infancia depende de la receptividad sintónica de las figuras de apego” Alan Schore.