En todas las parejas hay discusiones, incluso en aquellas que parecen perfectas. Esto forma parte de la convivencia y es fruto de la evolución del vínculo formado entre dos personas. Puntos de vista y formas de gestionar las circunstancias diferentes.

El coronavirus suele ser motivo actualmente de discrepancias, y solemos ver al otro o bien como un histérico bloqueado en su totalidad con un protocolo exhaustivo anticontagio, o bien como un temerario que va llamando a gritos al actual bicho. Y entre medias, se lidia con el resto de discusiones habituales, que ya venían siendo famosas antes de la actual pandemia.

¿Qué sucede cuando hay menores en casa? Las discusiones en pareja tienen efectos psicológicos en los niños, algunos estudios aseguran que ya desde los 6 meses, porque aunque no entiendan las palabras, sí son capaces de percatarse de gestos y de tonos de voz inusuales. No solo los gritos, o las amenazas, sino también el privar la palabra a mi pareja.

Pero si es muy pequeño, no se da cuenta”,… Precisamente este es el peligro, que la información que recibe del medio no sabe procesarla.

A lo largo de la convivencia van surgiendo diferentes necesidades que requieren la heterorregulación de los padres. Pequeñas discusiones pero prolongadas en el tiempo y que no se resuelven de manera satisfactoria, pueden también generar inquietud, ansiedad, inseguridad, tristeza o sentimiento de culpa en los menores.

El problema radica en que si las discusiones no se resuelven de manera satisfactoria, el niño internalizará que el problema no es de sus padres, sino de él. Es consecuencia del egocentrismo del niño, que racionalice que, como sus padres son perfectos, y para la inmensa mayoría de los niños sus padres son perfectos, entonces la culpa es de él.

Es decir, ante una situación caótica el niño debe elegir entre:

  1. El problema lo tienen mis padres, que no saben resolver el conflicto.
  2. El problema es mío.

Con total seguridad, el niño elegirá lo segundo, porque para él sus padres son los más sabios, los mejores y los  más fuertes. El niño no puede concebir que el conflicto sea debido a que sus padres no saben cómo gestionarlo, porque para él sus padres son todopoderosos, por lo tanto llegará a la peligrosa conclusión de que la culpa de la disputa es de él. Y digo peligrosa, porque esos patrones de razonamiento y eso que ha aprendido, se lo lleva con él, y tendrá repercusiones en la manera de vincularse cuando sea adulto.

Esa es la forma de razonar de un cerebro aún inmaduro. Por eso, si nos han visto discutir, es importante que también nos vean reconciliarnos. A veces es útil, el TIEMPO FUERA, esto significa que cuando uno de los dos exprese “tiempo fuera”, esto debe ser respetado SIEMPRE, sin peros ni últimas palabras, aplazar la discusión en el acto y retomada la conversación en las próximas a ser posible 24 horas. Esta técnica, junto con otras que mejoren la comunicación y la negociación deberían ser empleadas para una mejor educación emocional.

 

Úrsula Villazón

Psicóloga General Sanitaria