No importa lo que digan las canciones, ni me muero sin tí, ni contigo pan y cebolla. Y es que hemos hecho del amor un mito y hemos construido en torno a él una serie de creencias que hacen que a veces permanezcamos junto a alguien casi a cualquier precio.

¿El amor no tiene límites? Claro que los tiene. El amor, como cualquier aspecto de la vida, tiene que tener límites, ni vale todo, ni a costa de cualquier cosa. Esto, que parece perogrullo, no lo es tanto. ¿Y dónde establecemos esos límites? En el momento en el que uno deja de perder su dignidad y deja de respetarse a sí mismo. Perder el respeto hacia uno mismo, es perder la batalla contra el amor. Admitamos que esto es difícil de ver cuando te encuentras inmerso en una relación-trampa. Y es tramposa precisamente porque la persona se siente atrapada en una relación en la que no encuentra la salida o en la que viendo la salida, piensa que no es la solución. Y es en esta situación donde uno empieza a ver como normales, situaciones a las que ha debido poner límite tiempo atrás.

Como dice Walter Riso, a veces hay que decir “te quiero, pero te dejo”, y no por odio o por rencor, sino por dignidad, por salud en definitiva. Y duele, claro que duele, pero más duele una relación en la que hace mucho tiempo has empezado a sentirte prescindible, indiferente para el otro. Y no, no te vas a morir, de hecho has comenzado a morir hace mucho, ahora vas a comenzar a sanar porque es cuando te das cuenta de que “le quieres, pero no le necesitas”.

Vemos en consulta personas que acuden por problemas de ansiedad y depresión y en muchas ocasiones lo que de verdad se esconde detrás de esa ansiedad son historias de relaciones no funcionales. De relaciones donde no se han puesto límites y donde se ha permitido dejar pasar por miedo a perder, por miedo a estar solo o sola, por miedo a arrepentirse de una decisión, por miedo a pensar que quizás están exigiendo en el fondo demasiado a la relación.

Sinceramente, ¿cuántos años llevas en la misma situación?, ¿cuántas soluciones has probado ya?, ¿quieres esperar y dar tiempo?, ¿esperar a qué?, ¿dar tiempo para qué?, ¿qué te impide poner fin a una relación que ya no te aporta nada? “Que le quiero”, la mayoría de las veces escuchamos esa respuesta. Querer a alguien, no es suficiente para mantener una relación, pero nos aferramos a la creencia de que si le quiero, no le puedo dejar ir.

¿Miedo a echarle de menos? Claro que lo harás, pero después de un tiempo te recompondrás por dentro. Volverán a unirse esos cachitos de alma que han quedado hecho trizas. Y no, no es que venga nadie a unirlos, es que tú mismo te demostrarás que no necesitas que nadie te complemente porque tú de por sí eres un ser único y completo. Un ser que no ha decidido nacer pero que decide en quién quiere convertirse y hacia dónde quiere avanzar con respeto y sobre todo con la más sincera de las comprensiones hacia uno mismo. Avanzar convencido de que le quieres, pero no le necesitas, porque dentro de un tiempo comprenderás que quien mendiga amor solo obtiene limosnas.

No es dejar ir con odio o desde la rabia, sino desde el más sincero convencimiento de que esa persona no es para ti. Sin culpables, sin sangre, sin reproches. Dejar ir en calma, experimentar el dolor de la pérdida y el vacío que esa persona nos deja, es la única manera de recuperar el espacio personal que se necesita para crecer hacia lo que realmente queremos ser.

 

Úrsula Villazón

Directora Técnica

SEN Global Salud