A lo largo del día son muchos los momentos que nos dirigen de la despensa a la nevera, a la caja de las galletas, o a la sección de dulces del supermercado:

Algunos de ellos son:

  • La sed: muchas veces confundimos el hambre con la sed porque estamos habituados a saciar con la comida cualquier sensación corporal incómoda, y no nos paramos a pensar sobre lo que realmente estamos sintiendo.
  • El cansancio: a veces la desgana o los síntomas de debilidad, nos hacen ingerir comida, generalmente altamente calórica para erróneamente recuperar energía lo cual nos suele dejar con sentimiento de culpa o aún más exhaustos.
  • El aburrimiento: no hacer nada a veces puede ser aterrador para quien no está habituado a tener momentos consigo mismo, a veces es como si no quisiésemos escucharnos y nos produce desasosiego desperdiciar segundos de nuestra vida. El aburrimiento es uno de los motivos que nos avientan a comer sin hambre física, para distraernos de los incómodos silencios donde nos refugiamos
  • Los hábitos: solemos actuar de manera automática en la vida y mismo nos sucede con la alimentación. Estamos habituados a comer a una determinada hora sin cuestionarnos siquiera si tenemos o no hambre.
  • Porque entra en el menú o es gratis: ese menú del día, con su primero, su segundo y su postre,.. o el buffet libre, pero ojo, “libre” no significa que tengamos que probar todos los platos.

La mejor decisión es saber escucharte y tener la fortaleza de arriesgarte a validar tu deseo irreal de comer y aprender a diferenciar el hambre real o físico del hambre emocional.

Cuando se inicia una dieta restrictiva, la preocupación por la comida suele aparecer a las pocas semanas porque la persona suele tener el sentimiento de que “los alimentos controlan su vida” y pasa muchas horas al día pensando en lo que va a comer.

Los llamados dieters, personas que están permanentemente restringiendo alimentos, llegan a enlazar una dieta hipocalórica con otra y suelen manifestar que este sentimiento de preocupación se ha instalado en su vida de un modo permanente.

Son precisamente estas personas que están preocupadas excesivamente por la comida, quienes paradójicamente experimentan más problemas de sobrepeso.

Esto les lleva a desarrollan conductas compensatorias que les llevan a ingerir un número muy superior de calorías al que consumirían con una alimentación ordenada.

En este sentido es importante planificar con antelación lo que vamos a comer. Esto evitará la incertidumbre que a su vez genera ansiedad y pérdida de control. Tomar decisiones, en cuanto a alimentación se refiere, sobre la marcha, es posible que nos haga sentir confusión y acabemos comiendo más de lo necesario. Tener cierta planificación hace más probable comer con la tranquilidad de estar haciendo lo que queríamos hacer y disminuir la sensación de que son los alimentos los que controlan tu vida y no tú quien libre y deliberadamente qué comer.