Aprende a perder. Sí, has puesto todas tus esperanzas e ilusiones en esa casa, en esa relación, en ese trabajo. Y lo has perdido.

Aprende que la vida no siempre sigue un razonamiento lineal, si hago esto, ocurrirá esto otro. No. Olvídate del no pain, no gain. Porque a veces, te has dejado la piel en ese proyecto, en ese trabajo, en esa relación,… y te ha salido el tiro por la culata. No es del todo cierto que todo esfuerzo tiene su recompensa, que si te esfuerzas lo suficiente vas a conseguirlo, porque no SIEMPRE es así.

De repente tus esperanzas y tus sueños, todo lo que habías construido hasta ahora, se disipa frente a ti mientras se te queda cara de póker. No te lo puedes creer, ¿a mí?, ¿pero por qué?, ¿y ahora qué?, pero… ¡si mi vida estaba en orden!

Y ahí estás tú,…con la casa patas arriba. Pues ¿sabes qué? Que es el momento de ponerte manos a la obra, de que empieces a tirar lo que ya no te sirve, lo que no te aporta valor y de que empieces a crear una vida en la que merezca la pena estar. ¡Pero si a mí me gustaba mi vida! Ya, pero no siempre tú encajas en la vida ni en los proyectos de los demás. Acéptalo. Asúmelo. Y cuanto antes lo hagas, menos tiempo perderás.

Puedes lamentarte en los porqués, en averiguar por qué no has encajado en ese proyecto, por qué ha fracasado tu relación o por qué ya no vivirás más en esa casa. Pero si te empeñas en permanecer mucho tiempo preguntándote porqué, perderás el sentido del resto.

Lo cierto es que no sabes a dónde te llevaría ese camino, esa relación, ese trabajo, pero si te empeñas en aferrarte a lo que pudo ser y no fue, dejarás de ver las posibilidades que están delante de ti.

George Orwell dijo: “Ver lo que está delante de nuestros ojos, requiere un esfuerzo constante”. Prueba a abrirte a la experiencia, a descubrir qué hay detrás de esa puerta, a dejarte fluir, a aceptar que no sabes lo que pasará pero que estás dispuesto a experimentar, a aceptar que puede funcionar, o quizás no. A dejar de hacer un checklist con tu propia vida y a dejar de pensar en cómo tienen que ser las cosas. No es cuestión de vivir sin pensar, sino de ser consciente que estás dispuesto a abrirte a un mundo de posibilidades que no sabes a dónde te llevarán. Eso es abrirse a la experiencia. Sin juicios. Sin necesidad de control.

Un hombre que caminaba por un  campo tropezó con un tigre. Echó a correr y el tigre lo persiguió. Al llegar a un precipicio, se agarró a una rama de un árbol que colgaba en el vacío. El tigre lo olisqueaba desde el borde del precipicio. Aterrado, colgando de la rama, el hombre miró hacia abajo. Allá abajo había llegado otro tigre y estaba esperando para devorarlo. Mientras en la rama del árbol, un ratón empezó a roerla poco a poco. De repente en medio de todo eso, el hombre vio una fresa exuberante que crecía al borde del abismo. Sujetando la rama con una mano, alargó la otra cogió la fresa y se la comió ¡qué sabor tan dulce tenía!

A veces en la vida suceden cosas inesperadas y hay decisiones que tomar, pero aquel era el momento de comerse la fresa. Asegúrate de encontrar las fresas cuando puedas.

Esta es la única esencia de estar vivo, sin importar qué te depare el futuro. Permanecer en el presente es como abrir la ventana a la vida. Quizás cuando ni siquiera estés mirando, cambiará el viento, ofreciéndote un medio mejor de salir de lo que estás viviendo.

 

Úrsula Villazón

SEN GLOBAL SALUD